Al pasar de las horas, Ilae observó cómo entraba un aventurero en la taberna, asustado y todo lastimado. Sus ropas estaban rasgadas y manchadas de sangre, y se podía ver el miedo en sus ojos. Caminaba con dificultad, apoyándose en una pared mientras se abría paso entre las mesas hasta la barra. Sus ojos buscaban desesperadamente un rostro amigable, y cuando finalmente se posaron en Ilae, parecía encontrar algo de consuelo. Se acercó tambaleándose, dejando gotas de sangre en el suelo detrás de él. Cuando llegó a la barra, se agarró a ella con fuerza, como si temiera caer sin su apoyo.
Ilae le preguntó con preocupación:
"?Qué te ha pasado?" El aventurero levantó la vista hacia Ilae, y por un momento no parecía capaz de hablar, como si las palabras estuvieran atrapadas en su garganta por el miedo y el dolor. Finalmente, consiguió decir con voz temblorosa:
"Monstruos... en el camino. Nos atacaron... mi grupo... todos muertos..." Las palabras le golpearon a Ilae como un pu?etazo en el estómago. Había visto muchas cosas en sus días como aventurera, pero nunca se acostumbraría a la pérdida de vidas jóvenes y valientes. Le pidió que continuara, tratando de mantener la calma en su voz:
"Cuéntame más. ?Qué tipo de monstruos? ?Cuántos había?" El aventurero jadeaba, tratando de recuperar el aliento y recomponerse. Sus ojos estaban muy abiertos, como si aún estuviera viendo a los monstruos que lo perseguían. Finalmente, logró decir con voz temblorosa:
"Eran... no sé qué eran. No había visto nada como eso antes. Eran como... como hombres lobo, pero más grandes. Mucho más grandes."
Ilae hizo una se?a a otra de sus meseras, una mujer morena y ágil llamada Salara. Ella se acercó, sus ojos oscuros llenos de curiosidad y preocupación. Ilae le pidió que trajera un poco de agua limpia y pa?os limpios para el aventurero herido. Mientras Salara se apresuraba a cumplir con la solicitud, Ilae siguió escuchando el relato del joven aventurero. él continuó describiendo a los monstruos que atacaron a su grupo:
"Tenían el cuerpo cubierto de pelo negro y ojos rojos que brillaban en la oscuridad." "Sus fauces estaban llenas de dientes afilados como cuchillas, y sus garras eran como dagas." El joven temblaba visiblemente mientras describía los horrores que enfrentó, su voz temblorosa y llena de terror. Sus ojos parecían estar reviviendo la escena, como si aún estuviera viendo el ataque en su mente.
Ilae se dirigió al otro lado de la barra, colocándose junto al joven aventurero. Podía ver el temblor en sus manos y la palidez de su rostro, que estaba manchado de sangre y polvo. Colocó una mano firme en su hombro, tratando de tranquilizarlo con su presencia.
"Tranquilo, estás a salvo aquí", le dijo con voz suave pero firme. "Estás a salvo aquí", le repitió, notando cómo su temblor disminuía ligeramente bajo su mano. "Lo peor ya ha pasado. Ahora estás entre amigos."
El joven aventurero levantó la vista hacia ella, sus ojos llenos de gratitud y alivio. Sus labios se abrieron, pero no pudo encontrar las palabras para responder.
Ilae le preguntó suavemente, tratando de aliviar el ambiente:
"?Cómo te llamas, joven aventurero?" El muchacho parpadeó, como si estuviera regresando lentamente al presente. Trago saliva con dificultad y luego respondió en un susurro ronco:
"Me llamo... me llamo Drayce." Ilae asintió con una sonrisa cálida, tratando de hacer que se sintiera cómodo.
"Es un placer conocerte, Drayce. Yo soy Ilae, la propietaria de este lugar. Has sido muy valiente al venir aquí, después de lo que has pasado." Drayce asintió, su mirada aún algo perdida. Sus manos temblorosas aferraban el borde de la barra.
Ilae le preguntó a Drayce, tratando de determinar cuán cerca ocurrió el ataque:
"Drayce, ?dónde te encontraste con esos monstruos? A juzgar por tu estado, no puedes haber venido muy lejos." Drayce jadeó, tratando de recuperar el aliento. Sus ojos miraron sin foco por un momento, como si estuviera reviviendo la escena del ataque. Finalmente, consiguió responder con voz temblorosa:
"No... no estaba lejos. Apenas a una hora de caballo hacia el este. Estábamos siguiendo el camino principal cuando nos atacaron." La respuesta de Drayce preocupó aún más a Ilae. Si los monstruos estaban tan cerca de su posada, eso podría significar problemas para sus clientes y para su negocio. Podía sentir el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. No solo tenía que proteger a sus clientes actuales, sino que también debía pensar en los futuros viajeros que podrían encontrarse con esos monstruos en el camino.
En su mente, Ilae comenzó a evaluar la situación. "Esto es malo", pensó, frunciendo el ce?o. "Y los soldados están muy lejos de aquí como para avisarles." Se dio cuenta de que, por el momento, ella y sus clientes estaban solos frente a esta amenaza. No podía depender de la ayuda externa para resolver el problema; tenía que actuar rápido para proteger a sus clientes y su negocio. Se giró hacia Drayce, evaluándolo con una mirada crítica. Aunque estaba herido y asustado, parecía ser un aventurero con cierta experiencia. Preguntó con voz firme:
"Drayce, ?crees que podrías guiar a un grupo de rescate de vuelta al lugar del ataque?"
Ilae le colocó una mano en el hombro, mirándolo a los ojos con determinación.
"Drayce, sé lo que has vivido, pero debemos aniquilar a esas bestias nosotros mismos. Los soldados están demasiado lejos para ayudarnos. Necesitamos actuar rápido antes de que más inocentes caigan víctimas de estos monstruos." Drayce asintió lentamente, un destello de determinación apareció en sus ojos a pesar del miedo y la fatiga. Ilae pudo ver que, aunque estaba asustado, tenía el corazón de un verdadero aventurero. Estaba dispuesto a enfrentarse a los monstruos que mataron a sus compa?eros de grupo para proteger a otros viajeros.
Ilae se volvió hacia Drayce, evaluándolo con una mirada crítica. Aunque él estaba decidido a enfrentarse a los monstruos, estaba claro que no podía hacerlo en su actual estado de heridas y agotamiento. Le dijo con firmeza:
"Está decidido, Drayce. Pero antes de formar un grupo para enfrentarnos a estas bestias, debemos curarte por completo." Hizo una se?a a Salara, que se acercó rápidamente, llevando consigo un botiquín de primeros auxilios. Entre las dos, lograron llevar a Drayce a una habitación privada en la parte de atrás de la taberna. Allí, con delicadeza pero firmeza, limpiaron y vendaron sus heridas.
Ilae miró a Salara y le pidió que buscara a algún sanador con experiencia que pudiera estar en la taberna y que estuviera dispuesto a ayudar a curar por completo a Drayce. Salara asintió, comprendiendo la gravedad de la situación, y salió rápidamente de la habitación, dirigiéndose al salón principal de la taberna para buscar entre los clientes a alguien con habilidades de sanación.
Mientras Salara buscaba un sanador, Ilae se quedó con Drayce, observando cuidadosamente su estado. Aunque había limpiado y vendido sus heridas, él seguía luciendo pálido y débil, temblando levemente a pesar del calor de la habitación. Ilae le preguntó con suavidad:
"Drayce, ?cómo te sientes? ?Hay algo más que pueda hacer para ayudarte?" Drayce levantó la vista hacia ella, esforzándose por sonreír a pesar de su evidente dolor y fatiga. Sus palabras salieron entrecortadas, pero Ilae pudo ver la determinación en sus ojos.
"Estoy... estoy bien. Solo necesito... un poco de descanso. Pero debemos... debemos detener a esas criaturas. No puedo permitir que otros..." Su voz se apagó, como si el mero esfuerzo de hablar fuera demasiado para él en ese momento. Ilae le pidió que se calmara y que no se esforzara tanto.
"Tranquilo, Drayce. No te preocupes por eso ahora. Primero debes ponerte bien." Mientras hablaba, pudo oír pasos acercándose a la puerta. Era Salara, que regresaba con una mujer de mediana edad, con el cabello oscuro atado en una cola de caballo y un par de ojos agudos y penetrantes. Llevaba un delantal manchado de hierbas y ungüentos, y su mirada evaluó rápidamente a Drayce. Ilae le dijo a Salara:
"Gracias, Salara. Has hecho bien en encontrar a alguien tan rápido." Luego se dirigió a la mujer, que se presentó como Maeva, una sanadora con experiencia en el cuidado de los heridos y enfermos. Ilae explicó la situación a Maeva, destacando la urgencia de curar a Drayce para que pudiera guiar a un grupo de rescate de vuelta al lugar del ataque. Maeva asintió, comprendiendo la gravedad de la situación. Se acercó a Drayce, examinando sus heridas con ojos expertos. Murmuró algo sobre la gravedad de las heridas y la posibilidad de infección, pero parecía confiada en su habilidad para tratarlas. Sacó un peque?o vial de su delantal y desenroscó el tapón con un movimiento rápido. Le dio a Drayce para beber el contenido, explicando que era una poción de curación que debería aliviar su dolor y ayudar a cerrar sus heridas. Mientras Drayce bebía la poción, Maeva comenzó a limpiar y vendar sus heridas con manos expertas, aplicando ungüentos y cataplasmas donde eran necesarios.
Ilae pudo ver cómo el rostro de Drayce se relajaba a medida que la poción de curación hacía efecto, el dolor y la tensión desapareciendo lentamente de sus rasgos. Maeva trabajaba en silencio, sus manos moviéndose con destreza mientras trataba las heridas de Drayce. Poco a poco, el color retornó al rostro de Drayce y su respiración se volvió más estable. Maeva se incorporó, limpiándose las manos en su delantal. Informó a Ilae con voz serena:
"El joven está fuera de peligro. La poción ha hecho efecto y sus heridas están limpias y vendadas." Maeva continuó: "Le he dado también un brebaje para que descanse profundamente. Necesita dormir para completar su recuperación."
Ilae agradeció sinceramente a Maeva por su ayuda y le preguntó cuánto le debía Drayce por sus servicios. Maeva negó con la cabeza, sonriendo ligeramente.
"No es necesario. Ayudo porque creo en la causa, no por la recompensa." Ilae la volvió a agradecer por su generosidad y comprensión, asegurándose de que su acto de bondad no sería olvidado y que encontraría una manera de recompensar su altruismo en el futuro. Maeva sonrió gentilmente, diciendo que su única recompensa era saber que había podido ayudar a alguien en necesidad.
Una vez que Maeva se retiró, Ilae se volvió hacia Drayce, que ahora descansaba cómodamente en la cama, sus ojos cerrados y su respiración profunda y regular. Ella pudo ver cómo el sue?o lo invadía rápidamente, el brebaje de Maeva haciendo efecto. Sabía que era importante dejarlo descansar para que su cuerpo pudiera sanar por completo y recuperar sus fuerzas.
Ilae se acercó a Drayce, que ahora descansaba cómodamente en la cama, sus ojos cerrados y su respiración profunda y regular. Podía ver cómo el sue?o lo invadía rápidamente, el brebaje de Maeva haciendo efecto. En un susurro, le deseó una pronta recuperación:
"Ojalá te recuperes rápido, joven. Te necesitamos pronto para encontrar a esas criaturas." Sabía que era importante dejarlo descansar para que su cuerpo pudiera sanar por completo y recuperar sus fuerzas. Con un último vistazo a Drayce, salió de la habitación, cerrando suavemente la puerta tras de sí.
En el salón principal de la taberna, los clientes continuaban con sus conversaciones y bebidas, ajenos a la crisis que se avecinaba. Ilae se acercó a la barra, su mente trabajando febrilmente en un plan. Necesitaba reunir un grupo de aventureros dispuestos y capaces de enfrentarse a los monstruos que habían atacado a Drayce y sus compa?eros. Mientras llenaba una jarra de cerveza, su mirada recorrió el salón, evaluando a los clientes que podrían ser candidatos potenciales.
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Su atención se centró en un grupo de tres aventureros que estaban sentados alrededor de una mesa, con sus armaduras y armas apoyadas contra la pared cercana. Parecían veteranos, con un aspecto que indicaba que habían vivido muchas batallas. Ilae se acercó a su mesa, con la jarra de cerveza en mano, y los saludó con una sonrisa amigable.
"Perdonad la interrupción," dijo, su voz proyectándose por encima del bullicio de la taberna. "Me preguntaba si podríais ayudarme con un problema."
Los aventureros se volvieron hacia Ilae, sus expresiones curiosas y atentas. El más viejo del grupo, un hombre de cabello gris y barba bien cuidada, le preguntó con voz profunda:
"?Qué tipo de problema, amiga mía?"
Ilae les explicó la situación, detallando el ataque de monstruos en el camino y la desaparición de un grupo de aventureros. Mencionó que necesitaban un grupo para investigar y, posiblemente, rescatar a los desaparecidos. Los aventureros intercambiaron miradas, procesando la información que acababa de darles. El hombre de cabello gris, que se presentó como Thoradin, habló por el grupo:
"Entendemos la gravedad de la situación, Ilae. Hemos enfrentado nuestras cuotas de monstruos y peligros en nuestros viajes. Estamos dispuestos a ayudar en esta búsqueda y rescate."
Los otros dos aventureros asintieron en acuerdo, sus expresiones serias y decididas. Uno de ellos, una mujer elfa con el cabello largo y plateado, se presentó como Aelara. Llevaba un arco largo colgado a su espalda y una espada fina a su cintura. El otro, un hombre más joven con cabello casta?o y ojos brillantes, se llamaba Rodan. Vestía una capa mágica y sostenía un bastón con runas talladas en la madera, indicando que era un hechicero de considerable habilidad.
Thoradin, Aelara y Rodan escucharon atentamente mientras Ilae les explicaba la situación de Drayce y cómo él había prometido guiar al grupo de rescate de vuelta al lugar del ataque. Aelara frunció el ce?o, preocupada por la seguridad de Drayce.
"?Estás segura de que él estará lo suficientemente recuperado como para guiar al grupo tan pronto?"
Thoradin le dio una palmada reconfortante en la espalda.
"Drayce es un luchador valiente. Si dice que puede hacerlo, confío en su palabra."
Rodan, el hechicero, a?adió con una sonrisa confiada:
"Además, yo soy un sanador más que competente. Estaré allí para asegurarme de que Drayce esté en plena forma durante nuestro viaje."
Ilae se sintió aliviada al saber que contaban con un sanador en el grupo. Era un peso menos del que preocuparse. Agradeció a los aventureros su voluntad de ayudar y les dijo que Drayce descansaría y sanaría hasta el amanecer, cuando partirían para investigar el lugar del ataque. Thoradin asintió, su expresión seria pero determinada.
Ilae observaba a Aelara, la mujer elfa que formaba parte del grupo de aventureros reclutados para enfrentarse a los monstruos que habían atacado a Drayce y sus compa?eros. A medida que Aelara hablaba y se preparaba para la misión, Ilae no pudo evitar recordar a su antigua compa?era de armas, Alaria. Los ojos de Aelara destellaban con la misma determinación y valentía que Ilae solía ver en los de Alaria. La forma en que Aelara sujetaba su arco, la gracia con la que se movía, incluso el tono de su voz, la transportaban a tiempos pasados, llenos de aventuras y peligros compartidos.
Una mezcla de nostalgia y tristeza se apoderó de Ilae al recordar a Alaria, una gran guerrera que había luchado valientemente a su lado en muchas batallas. La última misión que emprendieron juntas había sido una de las más peligrosas: una incursión en las profundidades de una antigua tumba, llena de trampas y monstruosidades.
Recorderó con dolorosa claridad el momento en que todo salió terriblemente mal. La criatura que encontraron allí, una ara?a gigante con pinchos negros y una inteligencia maligna, las había tomado por sorpresa. Alaria fue la primera en caer, atrapada en las telara?as viscosas que aquella monstruosidad lanzó contra ella. Ilae luchó desesperadamente por salvarla, esquivando las patas pinchudas de la ara?a y los chorros de ácido venenoso que escupía. Pero la ara?a era demasiado poderosa, demasiado rápida. Uno por uno, sus compa?eros cayeron, hasta que solo quedaron ella y Darragh, el hechicero, enfrentándose a la criatura.
En ese momento crítico, Darragh tomó una decisión desgarradora. Con un grito de desafío, lanzó un hechizo oscuro y poderoso, sacrificando a Alaria para canalizar su energía y destruir a la ara?a. El monstruo explotó en pedazos viscosos, pero el costo fue terrible.
La habitación parecía girar a su alrededor a medida que los recuerdos inundaban la mente de Ilae, las imágenes de aquella batalla sangrienta y el sacrificio de Alaria aún frescas y dolorosas después de todos estos a?os. Se aferró al borde de la mesa, luchando por mantener la compostura frente a los aventureros que la observaban con creciente preocupación. Aelara fue la primera en reaccionar, su voz suave y llena de comprensión cuando se dirigió a Ilae:
"Ilae, ?estás bien? Pareces como si hubieras visto un fantasma."
Las palabras de Aelara la sacaron de vuelta a la realidad, el salón de la taberna volviendo a enfocarse a su alrededor. Se obligó a sonreír, negando con la cabeza y sacudiéndose los recuerdos sombríos.
"Estoy bien, Aelara. Solo me he dejado llevar por los recuerdos durante un momento." Su voz sonó un poco forzada, pero Aelara parecía aceptar su explicación, aunque sus ojos seguían siendo escrutadores.
Thoradin se levantó, su imponente figura acercándose a ella. Puso una mano grande y reconfortante en su hombro.
"Entendemos más de lo que crees, Ilae. Todos nosotros hemos perdido seres queridos en nuestras aventuras. Es un peso que todos llevamos." Sus ojos se veían sombríos por un momento, como si también él estuviera recordando algún doloroso pasado. Luego se aclaró la garganta, su voz recuperando fuerza y determinación.
"Pero no debemos dejar que esos recuerdos nos detengan. Tenemos un trabajo que hacer, un deber que cumplir. Por aquellos que hemos perdido, lucharemos contra las sombras y buscaremos justicia para los desaparecidos."
Rodan asintió, sus ojos brillantes de empatía y resolución. "Thoradin tiene razón, Ilae. No podemos cambiar el pasado, pero podemos luchar por un futuro mejor. Por aquellos que ya no están, y por aquellos que aún necesitan nuestra ayuda." Aelara también asintió en acuerdo, su mano buscando la empu?adura de su espada como si buscara consuelo en su tacto frío y sólido.
Las manos de Ilae se cerraron en pu?os a los lados, la determinación creciendo en su interior como un fuego ardiente. Tenía razón, pensó para sus adentros. No podía dejar que el pasado la consumiera, no cuando había vidas en peligro y una misión que cumplir. Así que asintió, su voz firme y decidida al hablar:
"Tienen razón."
Las horas pasaban en la taberna, el bullicio de las conversaciones y las risas llenando el aire. Los clientes iban y venían, algunos buscando refugio para la noche, mientras que otros simplemente disfrutaban de la buena cerveza y la compa?ía. En medio de todo esto, Ilae y los aventureros reclutados para la misión de rescate se preparaban para la aventura que les esperaba al amanecer.
Ilae llamó a Salara y a Erille, haciendo una se?al discreta para que la siguieran a una habitación aparte. Una vez dentro, cerró la puerta tras de sí y les explicó la situación de los monstruos en el camino y cómo había decidido unirse al grupo de aventureros para enfrentarse a esta amenaza.
"Salara, Erille, voy a ser franca con ustedes." Sus ojos se encontraron con los de ambas, viendo la preocupación creciente en sus rostros a medida que les explicaba la situación. "Como saben, nunca me he involucrado directamente en las peleas de los aventureros que se alojan aquí. Pero esto es diferente. Estos monstruos representan una amenaza para nuestro negocio, para nuestra seguridad, y no puedo ignorarla."
Les comunicó que durante su ausencia, ellas estarían al mando de la taberna, responsables de mantener las cosas en funcionamiento y asegurarse de que los clientes fueran atendidos y estuvieran seguros. Aunque era una tarea enorme, especialmente para Erille, quien era más joven y menos experimentada, ambas parecían entender la gravedad de la situación y estaban dispuestas a hacer lo que fuera necesario.
Ilae aseguró a Salara y a Erille que podían confiar en los cocineros y demás empleados si necesitaban ayuda en algo. Les recordó que tenía plena confianza en todos los miembros de su equipo y que estaban más que capacitados para manejar cualquier situación que pudiera surgir durante su ausencia. Aunque aún había preocupación en sus ojos, también podía ver determinación y coraje.
"Está bien, Ilae," dijo Salara, su voz firme y decidida. "Haremos lo que sea necesario para mantener la taberna en funcionamiento. Puedes confiar en nosotros."
Erille asintió en acuerdo, un poco más nerviosa pero igualmente resuelta. "Sí, Ilae. Haré todo lo posible para ayudar a Salara y asegurarme de que todo funcione sin problemas aquí."
Las palabras de Salara y Erille llenaron a Ilae de orgullo y alivio. Sabía que había dejado la taberna en buenas manos y que podían manejar cualquier desafío que se presentara durante su ausencia. Aun así, no podía evitar sentir una punzada de preocupación por lo que podría suceder mientras estaba lejos. Este era su hogar, su negocio, y había trabajado duro para construirlo desde cero.
Pero también sabía que esta misión era necesaria, no solo para la seguridad de su taberna y sus clientes, sino también para el bienestar de todos los viajeros en esa ruta. No podía ignorar la amenaza de esos monstruos, no cuando había vidas en juego.
Así que respiró hondo, enderezando sus hombros con determinación. "Gracias, Salara, Erille. Significa mucho para mí saber que puedo contar con ustedes." Su confianza en ellas se reflejaba en su voz y en la firmeza de sus hombros. "Mantengan las cosas en marcha aquí y cuiden de los clientes como siempre. Yo me encargaré de estos monstruos y volveré tan pronto como pueda."
Las dos mujeres asintieron, sus expresiones un cruce de preocupación y determinación. "Ten cuidado allá afuera, Ilae," dijo Salara, su voz llena de inquietud. "No te arriesgues demasiado."
Erille a?adió, su voz un poco temblorosa pero llena de convicción: "Volverás victoriosa, Ilae. Tienes que hacerlo. Por todos nosotros."
Ilae rodeó a Salara y a Erille con sus brazos, abrazándolas con fuerza. Aunque la situación era seria y la tarea que tenía por delante era peligrosa, no pudo evitar sonreír un poco al pensar en todas las veces que había tenido que rega?arlas por volver a tirar bebidas. "Claro, si no, ?quién las rega?aría cuando vuelquen las bebidas?" Sus palabras las hicieron sonreír, creando un momento de alegría compartida en medio de la tensión. El abrazo se rompió después de un momento, y las tres se secaron los ojos, riendo suavemente.
Con la decisión tomada y el plan establecido, Ilae regresó al salón de la taberna con Salara y Erille, decidida a hacer su mejor trabajo en lo que respecta a la misión que tenía por delante. A medida que entraba en el bullicioso salón, vio a los aventureros reunidos alrededor de una mesa, discutiendo sus planes y preparándose para el viaje. Aelara, Thoradin y Rodan estaban inmersos en una conversación animada, con las cabezas inclinadas hacia adelante y los ojos brillantes de emoción. A medida que se acercaba, Ilae podía oír fragmentos de su discusión: estrategias de batalla, hechizos de sanación y provisiones necesarias para el viaje.
Ilae pasó las horas restantes en la taberna, asegurándose de que todo estuviera en orden antes de su partida. Ayudó a Salara y Erille a servir bebidas y comida, limpió mesas y escuchó las historias de los aventureros que se alojaban en su establecimiento. La emoción y la expectativa crecían en el ambiente a medida que se acercaba el amanecer. Los aventureros charlaban y se preparaban, afilando sus armas y rellenando sus provisiones. En medio de todo esto, Drayce apareció, descansado y listo para salir. Su rostro estaba libre de dolor y su postura erguida, mostrando que había sanado significativamente durante su sue?o.
Ilae se acercó a él, comprobando su estado con una mirada experta. "?Cómo te sientes, Drayce?" Su voz era suave pero firme, buscando cualquier se?al de debilidad o malestar. él asintió, una sonrisa confiada en su rostro.
"Estoy listo, Ilae. Maeva hizo un buen trabajo. Me siento como nuevo." Su confianza era contagiosa y Ilae pudo sentir cómo la emoción crecía en su interior. Este era el momento que había estado esperando, la oportunidad de enfrentar a los monstruos que amenazaban su hogar y su negocio.
Ilae dio los últimos retoques para su partida, revisando sus armas y provisiones con un ojo experto. Su gran hacha de batalla, que había mantenido oculta detrás de la barra durante todos esos a?os, ahora estaba a la vista, lista para enfrentar cualquier amenaza que pudiera encontrar en el camino. Saludó a sus empleados, quienes se habían convertido en su familia adoptiva durante su tiempo como posadera. Les dio instrucciones finales y palabras de aliento, asegurándoles que estaría de regreso tan pronto como pudiera. Sus rostros estaban llenos de preocupación y temor, pero también de orgullo y determinación.
Ilae se dirigió a la puerta principal de la taberna, con la mano en el picaporte, lista para abrirlo y enfrentar el destino que tenía por delante. Antes de salir, se detuvo un momento y miró el salón una vez más.
El salón estaba bullicioso y lleno de vida, como siempre. Los clientes charlaban y reían, ajenos a la misión que estaba a punto de emprender. En la barra, Salara y Erille trabajaban diligentemente, sirviendo bebidas y limpiando mesas. Sus rostros eran serios, pero sus ojos brillaban con determinación. Ilae sintió un nudo en el estómago al darse cuenta de cuánto dependía de su éxito en esta misión. No solo la seguridad de sus clientes y empleados, sino también el futuro de su negocio y su hogar. Si fracasaba, si esos monstruos no eran derrotados, podría significar el fin de todo lo que había trabajado tanto para construir.
Pero también sintió una oleada de determinación y coraje. No permitiría que el miedo la detuviera, no cuando había tanto en juego. Tenía un deber para con su gente y su hogar, y no lo tomaría a la ligera. Respiró hondo, enderezando los hombros con determinación. Luego, abrió la puerta de golpe, dejando entrar un torrente de aire frío y luz brillante. Fuera, el amanecer estaba pintando el cielo de tonos rosados y anaranjados, y el sol aún estaba bajo en el horizonte. Los aventureros la esperaban, sus figuras recortadas contra la luz del alba. Aelara, Thoradin y Rodan estaban listos, con sus armas y armaduras preparadas para la batalla.